16 de Mayo de 2014
2:00 PM
Damos
inicio al recorrido adquiriendo el tiquete integrado del Metro hacia el
Municipio de Barbosa con un costo de 3600$. El bus se aborda en la estación
Niquia del Sistema Metro siendo las 2:30 pm. Este trayecto es rápido y tranquilo
hasta el Hatillo, un corregimiento bastante grande de Barbosa, desde este
enclave la cantidad de curvas y la congestión puede generar un viaje intranquilo
y algo movido.
Arribamos a la cabecera
municipal de Barbosa hacia las 3:10 pm, desde el bus avistamos los microbuses
que se dirigen hacia el corregimiento de Porce. Casi de inmediato abordamos el
nuevo transporte, claro reconociendo en la premura del viaje unos cuantos
segundos para comprar algún mango, helado o refresco con el cual enfrentarse de
modo ingenuo el breve incremento de la temperatura con relación al resto del
valle.
Desde Barbosa el viaje se torna
incomodo, caluroso y agitado, la carretera se va deteriorando en el transcurso
de los kilómetros, en el camino se pueden observar grandes estructura sobre el
río Porce, más triste se hace el viaje con el triste gris del desarrollo y con
su capacidad reflectiva, los rayos se sol chocan contra el pequeño transporte y
lo único que anima es la brevedad del trayecto.
Llegamos a Porcesito a las 4:00 pm, al tocar el
suelo, es inevitable contemplar las ruinas del antaño orgullo antioqueño, tanto
en forma de viejos ensombrerados y más aún con las bellamente roídas runas de
maquinaria y demás artilugios del Ferrocarril de Antioquia que parecen persistir
a la espera de su reivindicación y reincorporación al servicio; esto al menos
ocurre en nuestras mentes fantasiosas que ven vibrante el poder de la gran
Antioquia. En fín solo acatamos tratar de atrapar estas fantasías en forma de
nostálgicas fotografías. En este corregimiento encontramos un viejo que se
encontraba a punto de partir hacia Santiago, nos pidio 3000$ por el transporte
en su motorodillo, un artilugio antioqueño, la fusión de una Lambretta y un
mini-vagón, el transporte tenia ajustado una suerte de remolque en el cual el
quinto pasajero que nos acompaño supo arrumar unos bultos de gallinaza. El viaje
es placentero, el viento suave, el atardecer, los perros ladrando y correntiando
este extraña reencarnación del ferrocarril. Entre las menguantes curvas se va
dejando atrás el gran valle bañado por los últimos favores de Apolo.
Cerca del corregimiento de Santiago el motorodillo
detuvo su marcha y el dueño del abono procedió a su desembarco, en medio de este
proceso al mirar hacia su casa vimos un ave silvestre perchada en la puerta, al
indagar sobre el avistamiento el campesino que terminaba su viaje nos contó
sobre sus guacharacas, las crió desde muy pequeñas, su compañera al ver el
entusiasmo fue por el otro ejemplar, el orgulloso dueño las mostró indicando su
total domesticación y docilidad, atributos extraños en estos
animales.
El viaje termino frente a más edificios antiguos,
Santiago nos recibió con su túnel , sus edificios restaurados y un bello patio
que nuevamente lleva nuestras mentes a viajar en el pasado.
A las 5:05 pm nos
internamos en la oscuridad y humedad del túnel de la Quiebra, la caminata se
hace difícil debido al sustrato pedregoso y húmedo por lo cual es indispensable
zapatos de suela dura, durante el recorrido se hace visible la inclinación del
túnel, pensamos que tal vez existan una diferencia de unos dos o tres metros
entre los extremos del túnel que recorrimos en exactamente una hora, aunque
realizamos dos o tres paradas para buscar la señal de la mitad del túnel, que
jamas encontramos tal vez por la natural necesidad de salir rápido de las
penumbras.
Al llegar a El Limón ya la luz nos dejaba, presurosos realizamos
algunas averiguaciones concernientes a la búsqueda de posibles terrenos para
acampar en próximas visitas.
El trayecto entre El Limón y Cisneros es culebrero pero
sencillo, diferentes atajos permiten evitar la serpenteante carrilera que parece
contrariar la lógica en algunos sitios.
llegamos a la cabecera
municipal de Cisneros a las 7:40 pm donde no tardamos en encontrarnos con un
amigo que previamente contactamos y nos acompaño en nuestro descanso al son de
un par de cervezas. Álvaro nos enseño algunas calles del pueblo, al poco tiempo
cenamos en uno de los hoteles y en medio de la abundante comida un torrencial
aguacero destruyo los planes de reconocimiento de la noche. Nos vimos obligados
a esperar en una angosta acera la llegada en un motocarro; un típico medio de
transporte de la mayoría de pueblos antioqueños, nos acomodamos los cinco,
primera estación la morada de nuestro guía y posteriormente el hotel-balneario
donde pernoctamos.
17 de Mayo de 2014
7:00 AM
El calor, más que los
ánimos no hizo salir de la habitación y reiniciar nuestra labor. salimos hacia
la ladera sur donde buscamos diferentes posibles terrenos para acampar, en uno
de los sitios se nos informo casi de manera grosera la disponibilidad del lugar
pero con costos económicos exagerados, en otra finca, la negativa fue directa
debido al mal comportamiento de otros campistas. a las 11:20 am ya habíamos
recorrido toda la ladera sur occidental sin encontrar ningún resultado positivo.
Procedimos a contactar a nuestro guía, que nos cito inmediatamente frente a la
Iglesia, al llegar nos llevo al atrio de la iglesia desde donde nos señalo una
tercera opción. Las indicaciones fueron precisas.
En una pequeña casa
incrustada en la montaña donde llega aún el ruido suburbano del antiguo
floreciente pueblo ferroviario, encontramos a don Gabriel, nos informo
amablemente la disposición del terreno, unos cientos de metros más arriba de su
inverosímil morada, agradecidos continuamos ascendiendo y encontramos en el filo
de la montaña mas sur oriental de Cisneros, nuestro próximo sitio de
campamento.
Cisneros es un
municipio que aún se aferra a la promesa rota de crecimiento, el tren murió en
sus puertas, la locomotora 45 yace como una mascara mortuoria en su
centro.
El pueblo se orienta
casi a la perfección de oriente a occidente, las calles son paralelas a la
estación y avanzan hasta que las montañas las detienen.
Los días como hoy se ve
más gente, los viernes, sábados y domingos arriban las recuas cargadas de
panela recién enfriada, las moliendas todavía producen tremendas fumarelas y
olores dulzones que indican la nueva vocación agrícola de este hijo del ilustre
ingeniero Cubano.
Después de recorrer sus
calles, conocer algo de su gente y revivir de alguna nostálgica manera su
romantico pasado, tomamos un bus, un ruidoso bus, cuanto quisimos tomar el tren,
¡como quisimos!, pero a nosotros nos toca viajar en bus y fantasear con el
esqueleto del Estado de Antioquia.
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