En nuestra jerga el verbo
quemarse se conjuga de manera constante con adjetivos como joven, inexperto, débil,
tirano, solitario, manipulable, etc.
Un jefe realmente se puede
quemar, y con esto me refiero a que se convierte en una baja más para el equipo
de voluntarios que es el motor del movimiento scout; sin adultos voluntarios el
escultismo no puede jugarse, los necesitamos para hacer real el gran juego a los
chicos y chicas que acompañan, el adulto en el movimiento cambia vidas y
permite que la fuerza vital del escultismo se perpetúe a sus muchachos y
futuros jefes.
Las dificultades del jefe
inexperto se pueden acumular y tarde o temprano se convierten en una
enfermedad
crónica, que cual tumor debe ser extirpado o hace metástasis en el equipo,
llevando a los grupos scouts a un desequilibrio crítico. Otra vía para las
dificultades del jefe novel es convertirlas en lecciones, en servir a su
formación integral y hacer de los errores fuentes de aprendizaje. Esta vía se
hace realidad bajo una circunstancia: un compañero “mayor”, es decir otro jefe
con experiencia que le permita identificar sus errores y convertirlos en
aciertos para el futuro. El equipo de jefatura ideal tiene que tener en sus
filas un “mayor”, ojo no un superior, se trata de un jefe que con sus
experiencias, aciertos y desaciertos se le puede ver como una fuente de
consulta, como un referente, más aún con la capacidad para intervenir en
determinadas circunstancias que podrían desdibujar el fin del gran juego y
llevar a vicios en el programa.
En el universo escultista, una de
las supernovas es la humildad, cualidad innata del jefe ideal y del ciudadano
que el movimiento quiere formar. Sin la humildad no se entiende el paisaje que
nos pintó BP en Brownsea. Para comprender esta condicionante de la personalidad
del jefe ideal empezare por decir que NO es la humildad. La humildad no es
esconder nuestras habilidades, la humildad no es tratar de pasar desapercibido.
La humildad es el resultado más brillante del autoconocimiento y del
autocontrol, al reconocer lo que sabemos y lo que somos, podemos ver con
claridad lo que no sabemos y lo que queremos llegar a ser, más aún podemos ver
con mayor claridad al OTRO. La humildad nos permite actuar como reales apoyos a
la formación de nuestros muchachos y de nuestros compañeros de jefatura. Para
terminar este argumento de la humildad mencionare que ocurre si no tenemos
humildad: pues tendríamos una venda en la ojos, no reconocemos al compañero
jefe como par, no vemos la realidad de los chicos y chicas, no los podemos
entender pues simplemente no nos conocemos a nosotros mismos, peor aún la
ausencia de humildad nos lleva a hacernos una falsa imagen de nosotros mismos.
Un jefe sin humildad no admite sus faltas, no reconoce su contexto así este le
golpee en la cara, no hay fuerza capaz de derribar de sus ideas y de su
proceder a un jefe que no tenga humildad, simplemente no puede, y lo más
doloroso es que solo él, desde su intimidad y su reflexión podrá hacer germinar
la humildad y de esta manera hacerse con una idea cercana a la realidad de su contexto.
El camino hacia la hoguera del
jefe es la falta de humildad y la ausencia de compañeros “mayores”, es decir la
soledad.
Para ser un jefe scout y no quemarse en el
intento basta con ubicarse en un equipo de jefatura, tener a la vista la
experiencia y reconocerla y hacer de la humildad el bastón, la labor del adulto
voluntario en el movimiento está lleno de alegría y grandes recompensas, pero
hay que recorrerlo bien y jamás perder de vista la utopía de la educación
ideal, del sueño perfecto en el que nos formamos jugando, en el que la acción
en medio de la camaradería y la alegría jovial son las llaves para creer que se
puede cambiar el mundo.
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