Reconocer las necesidades y gustos de los dirigidos facilita el proceso de preparación, ejecución y evaluación de los programas de actividades. Seguir asumiendo y exigiendo bajo presupuestos idealizados en éxitos pasados, lleva indiscutiblemente a choques, frustraciones, a malestares y sin sabores que pesan en el jefe y en la experiencia del dirigido. Lo irreal se hace norma y se navega en la angustia y el sin rumbo, el método no falla, falla el equipo de jefatura, fracasa la cohesión del contingente adulto, tal vez por desconocimiento o por falta de motivación.

Ahora, el campamento ofrece un universo de posibilidades, el espectro va desde el éxito más significativo a los fracasos más dolorosos; el método es funcional siempre y cuando se aplique correctamente; es necesario entonces empezar por reconocer necesidades, gustos, pasiones, miedos (...limites) y luego -entonces- se planea y a continuación a observar[los] en el campo, incluso allí (en medio de la actividad) todo se puede cambiar, adaptar y permitir que fluya la naturaleza humana: la naturaleza del aprendizaje, la naturaleza de la búsqueda, de la aventura. Castrar esa naturaleza con la rigidez de un programa va en contra de la belleza del método, va en contra de la naturaleza del hombre, entonces llegara irremediablemente la frustración, la desconfianza y allí al fin marchita la flor de Browsea.
Lince Audaz